D’amics i confidents

 liebig_goethe_schiller

El 7 d’octubre de 1827, J.P. Eckermann acompanya Goethe a la ciutat de Jena. Entre els diferents espais que visiten hi ha la casa on, uns anys abans, ha viscut J. H. Voss, poeta alemany i filòleg per qui Goethe sent una gran admiració. Al vespre, cansats de caminar tot el dia, es retiren a l’hostal on comparteixen habitació. Asseguts a l’estança, Goethe explica, dolgut, que va haver de deixar marxar Voss perquè la universitat de Heildeberg li oferia unes condicions que ells, des de Jena, no podien igualar, con dolorosa resignación no tuve más remedio que dejarle partir.

És en aquell moment que Goethe recorda, un cop més, al que ha estat l’amic més preuat

Con todo, fue una gran suerte para mí que todavía me quedara Schiller –añadió Goethe–. Pues por muy distintas que fueran nuestras naturalezas, nuestras inclinaciones confluían, lo que nos llevó a mantener una relación tan estrecha que ninguno de los dos podía vivir sin el otro.

Goethe recorda Schiller i n’explica anècdotes que deixen Eckermann ben parat

Como le he dicho y como todos sabemos, él y yo, aun con todas las inclinaciones que compartíamos, éramos naturalezas de corte muy distinto, y no sólo en el ámbito intelectual, sino también en el físico. El mismo aire que a Schiller le resultaba beneficioso, actuaba sobre mí como un veneno. Un día fui a visitarlo y, como no lo hallé en casa y su mujer me dijo que no tardaría en regresar, me senté a su escritorio a tomar algunas notas. Pero no llevaba mucho tiempo sentado cuando me invadió un misterioso malestar que poco a poco se fue incrementando hasta que estuve a punto de desmayarme. Al principio no supe a qué debía atribuir aquel miserable estado tan poco habitual en mí, hasta que por fin me di cuenta de que de un cajón que había a mi lado emanaba un olor espantoso. Cuando lo abrí, constaté para mi sorpresa que estaba lleno de manzanas podridas. Me acerqué de inmediato a la ventana para inhalar aire fresco y con eso pude recuperarme enseguida. Entretanto, había vuelto a entrar su mujer, quien me dijo que aquél cajón debía estar siempre lleno de manzanas podridas porque ese olor le sentaba muy bien a Schiller, que no podía vivir ni trabajar sin él.

Gotehe i Schiller van compartir, en paraules de Rosa Sala Rose, que ha traduït i ha tingut cura de l’edició de Conversaciones con Goethe, l’amistat més fecunda de la literatura alemanya, una amistat que va estar per damunt de les seves discrepàncies, força importants quant a qüestions d’estètica literària; que va donar peu a una correspondència de gairebé dues mil cartes, i sobre la que se n’han escrit llibres com el de Rüdiger Safranski, Goethe y Schiller. Historia de una amistad. La relació que uneix Eckermann i Goethe és la de confidents. Eckermann és la persona a qui Goethe va confiar sentiments, records, pensaments, opinions, coneixements. Avui, aquest matís ens resulta força difús i es probable que entre amics i confidents no hi vegem la diferència. I tanmateix, hi és. De confidents, no cal dir-ho, se’n poden tenir a grapats.